por ; Dra. Dimary González Aponte 2019
Formamos
parte de un ecosistema muy equilibrado que ha tomado millones de años en
evolucionar. Cada animal y cada planta son un eslabón esencial en el equilibrio
en el que existimos. Además, en la diversidad de nuestro planeta, el ser humano
también es una especie animal. Si continuamos acabando con otras especies, la
nuestra también se verá amenazada, pues nuestro sistema se adaptó a sobrevivir
en ciertos niveles que se logran por el equilibrio que mantienen las diversas
especies. En base a eso, debemos entender que salvar a los animales significa,
a su vez, la salvación humana.
En
el caso de los elefantes, en particular, su cuidado y preservación en estos
tiempos es de vital importancia, ya que su especie está siendo amenazada
constantemente por los humanos y se encuentra en alto riesgo de extinción.
Desde
niña he tenido una fascinación por los elefantes puesto que son seres que
parecen venir de la prehistoria y nos impactan con su complejo estilo de vida y
el descubrimiento de que reflejan nuestras mismas emociones. Los elefantes son
tan complejos y sensibles como los humanos; por lo cual los traumas que sufren
los humanos ante los eventos negativos de crianza o los cambios abruptos son
los mismos que puede desarrollar un elefante.
Para
algunos humanos las emociones son solo de su especie, no obstante, las
emociones se expresan también en el mundo animal en general. El trabajo
psicológico con los elefantes se ha podido mejorar gracias a la comprensión de
sus emociones y sufrimientos, lo cual ayuda para rescatarlos de situaciones de
maltrato. Y se ha logrado restablecer poblaciones de elefantes en lugares donde
estaban colapsando a causa de la caza furtiva y el daño psicológico ocasionado
por el maltrato. Así mismo, la elefanta Mundi es vivo ejemplo de un rescate
exitoso.
¿Y
quién es Mundi? Nuestra Mundi es una elefanta que vive en
el Zoológico de Puerto Rico Dr. Juan A. Rivero, en Mayagüez, hace 31 años. El
gigantesco mamífero fue rescatado de la vida tortuosa de un circo que llegó a
Puerto Rico en 1988. Se entiende que Mundi nació en 1982, y fue parte de un
grupo de 62 elefantes huérfanos que se sacó de África. Estudios genéticos
realizados en 2010, por el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad
de Puerto Rico y la Universidad de Illinois, confirmaron que la elefanta
procede del país africano Zimbabue. Sin embargo, aunque es africana de
nacimiento, es evidente que se adaptó perfectamente a nuestro país y, hoy por
hoy, es Boricua.
Mundi cuenta, actualmente,
con 37 años de edad, siendo ésta una etapa de madurez en un elefante. Según la
historia de su rescate, ella fue descartada como parte del circo ya que es
ciega del ojo derecho. Esto no la dejaba realizar los trucos que se le exigían,
y utilizarla en las actuaciones públicas representaba un peligro. Por lo tanto,
la elefanta iba a ser sacrificada. El entonces dueño del periódico El Mundo (de ahí le viene el nombre a la
elefanta), don Ángel Ramos, al enterarse de que la elefanta perdería su vida,
la adquirió y la donó al Zoológico de Puerto Rico. Lo hizo como una aportación a la educación del país, confiando en
la labor profesional del Zoológico y en su compromiso con la preservación de
tan espectacular animal en nuestro suelo.
La llegada de
Mundi a Mayagüez marcó un gran acontecimiento, y su acogida fue presenciada por
grandes y chicos. Sus estados físico y mental eran deplorables en ese momento,
pero, se recuperó satisfactoriamente con los cuidados establecidos por los
profesionales puertorriqueños del Zoológico. Fue atendida y estudiada al
detalle para poder establecer su diagnóstico y los cuidados pertinentes. De
este modo, Mundi creció y se desarrolló de una forma muy saludable en todos los
aspectos. Y mientras tanto, su realidad redirigió el estudio de las ciencias en
Puerto Rico e inspiró a muchos.
Hoy
el caso de Mundi nos ocupa debido a que quieren trasladarla fuera de Puerto
Rico por dos alegadas razones: 1) en el zoológico no está bien cuidada y 2)
unos creen que, porque vive sin otros elefantes, debe sentirse sola, y quieren
introducirla en una manada totalmente desconocida.
Para hacer una
decisión como esta hay que tomar en cuenta, como mínimo, las siguientes
consideraciones: 1) el traslado, en sí, podría acarrearle graves problemas
psicológicos y físicos; 2) introducirla en una manada extraña le crea un grave
problema de adaptación y de seguridad física, y 3) alejarla de sus cuidadores y
conocidos le podría crear una depresión.
Antes que nada,
podemos descartar la alegación de que Mundi no está recibiendo el cuidado
debido, puesto que su récord de salud es excelente y nunca ha estado enferma en
sus años en este lugar. Sus cuidados actuales están relacionados a un
entrenamiento detallado, para poder realizar exámenes veterinarios de rutina,
manejar adecuadamente su alimentación y su estado psicológico. Según sus
cuidadores, Mundi es una elefanta muy pasiva, que carece de conductas típicas
de elefantes maltratados, que ha logrado una gran adaptación a su hábitat en el
Zoológico, y que muestra gran afecto por los cuidadores que la atienden a
diario. Es un ser que desconoce toda la controversia que gira a su alrededor y
recibe a todos con el mismo amor e interés de siempre. Y le encantan y disfruta
mucho de las visitas humanas.
En cuando al
traslado en sí, en
las grandes reservas de animales en África se evitan los traslados, sobre todo,
de los grandes mamíferos: elefantes, tigres, leones, hipopótamos, rinocerontes,
entre otros, porque estos animales pocas veces sobreviven a los traslados debido
al estrés que estos implican. A los elefantes procuran trasladarlos cuando son
muy jóvenes, ya que los adultos no toleran los viajes. Y cabe señalar que los
animales salvajes no se adaptan a los cambios de ambiente como lo hacen los animales
domésticos. Por eso, los traslados en las grandes reservas de animales se
realizan cuando existen peligros inminentes en su medioambiente o su salud, y
se encuentran en alto riesgo, por lo que la decisión de un viaje es la última
opción de vida.
En el
caso de Mundi, su traslado sería totalmente injustificado y peligroso, puesto
que se encuentra en
buen estado de salud física y mental, no está siendo maltratada, no presenta
rasgos de desnutrición, ni tampoco se presentan amenazas en su medio ambiente.
Y muy importante: de sus
37 años de vida lleva 31 en el Zoológico y es de esperarse que su ajuste a un
medioambiente diferente, con cuidadores diferentes, no se logre fácilmente.
Para un animal adulto eso puede ser causa de depresión y hasta de muerte debido a un colapso físico y mental. Además, si el
estrés del viaje le produjera agresividad, la sacrificarían para evitar daño a
seres humanos. Con ese traslado, también, nuestro país perdería el gran
privilegio de mantenerla aquí como hija adoptiva, y la gran oportunidad de
motivar a nuestros niños en la preservación de las especies y del planeta.
Acerca de la
idea de introducir a Mundi en una manada extraña, hay que aclarar que, a su
edad y con su ceguera, eso constituye un peligro a su bienestar físico y
mental. Por un lado, los elefantes aprenden por imitación y si no han sido
expuestos al aprendizaje del grupo presentan grandes dificultades para
adaptarse y ser aceptados. Por otro, los elefantes cuidan a los que ya han
formado parte de su manada por años y no necesariamente aceptarían a una
elefanta adulta, discapacitada y totalmente desconocedora de sus códigos de
conducta. Además, las manadas rechazan a los animales débiles, ya que sienten
que son más vulnerables a los ataques de los depredadores, lo que pone en
riesgo la seguridad de todos.
Sobre el tema de
que Mundi está sola y le convendría convivir con otros de su especie, este no
tiene base en la realidad de la elefanta. De hecho, el factor de soledad, por
no tener cerca a otros de su misma especie, no implica un criterio para alguna
condición o enfermedad y, mucho menos, para asumir los altos riesgos de un
traslado. Se han identificado elefantes solitarios que viven apegados a sus
cuidadores y muestran una vida saludable, como es el caso de Mundi. Los lazos
emocionales de Mundi con sus cuidadores están establecidos en la literatura
científica como de gran importancia. Así lo corrobora el trabajo de Daphne
Sheldrick, documentado por National
Geographic, titulado “Orfanato de Elefantes de Nairobi, África”.
El sistema
emocional de los elefantes es complejo como el nuestro y, por tanto, ellos
requieren de apoyo al igual que nosotros. Para lograr rehabilitar a un elefante
huérfano se necesita intervención humana terapéutica. Esto conlleva un proceso
extenso de crianza, acompañamiento y alimentación. Los elefantes deben volver a
confiar en otros seres vivos para poder disipar el gran dolor de perder a sus
familias. Los animales y, en este caso, Mundi, crean apegos emocionales con sus
cuidadores, y está comprobado que la falta de los seres que la cuidan y conocen
por años puede ocasionarle una Depresión Mayor, que puede desencadenar en su
muerte. Y hay que aclarar que se pueden aplicar los criterios de las
enfermedades mentales de los humanos a los elefantes, ya que sus emociones y
estructura social son muy parecidas a las nuestras. De hecho, los diagnósticos
psiquiátricos en elefantes y otros animales están confirmados en estudios
científicos.
El análisis de los peligros emocionales
que pueden acarrearle a Mundi un traslado y sus eventuales circunstancias está
sostenido por lo que se conoce como la psicología trans-especies. En esta se
aplican los criterios de la psicología humana a la observación de los animales,
lo cual ha demostrado grandes logros para la preservación y cuidados de las
especies de animales, especialmente en aquellas en peligro de extinción. Por lo
cual, en este escrito, deseo fomentar la comprensión del animal por medio de la
psicología de las trans-especies.
Este método de
aplicar la psicología humana a la comprensión de los animales establece que con
las teorías de psicología y neuropsicología se pueden identificar conductas
similares a los humanos en los grupos de animales. Que los animales se
traumatizan ante los abusos que pueden traumatizar a un humano, y que la mente
animal también internaliza eventos ocurridos en el exterior o su medioambiente.
La Dra. Gay
Bradshaw, quien es psicóloga en el estado de Oregón, se ha dedicado a observar
la conducta de los elefantes y sus estudios comprueban que los criterios de diagnóstico
utilizados para clasificar los traumas humanos son válidos para diagnosticar
condiciones en los elefantes. Inclusive, se han diagnosticado elefantes con
Desorden del Estrés Post-Traumático o PTSD, al evidenciarse conductas anormales
por desconocer los códigos de la conducta de la manada y como resultado de
eventos traumáticos, como lo es la pérdida de su familia. Esto es similar a
traumas encontrados en los humanos.
Los síntomas
similares a diagnósticos mentales humanos que se han podido identificar en los
elefantes son: agresividad con su especie y con otras especies, respuestas
anormales a situaciones cotidianas, depresión, desórdenes del estado de ánimo,
disfunción social y emocional, y rechazo de las crías. Todos los síntomas han
sido identificados en elefantes víctimas de matanzas en masa, relocalizaciones,
interrupción en su aprendizaje social y de manada, y pérdida de su hábitat.